Por consiguiente, vivir la Cuaresma, en la actualidad, sigue siendo profundamente relevante. No es una obligación, sino una invitación a la libertad interior y a la verdadera alegría que brota de un corazón que ha sido tocado por el amor de Dios. Al final de este camino, nos espera la Pascua, la celebración de la victoria de la vida, una victoria que estamos invitados a vivir y compartir con los demás. Es por lo que, la Iglesia, desde su ser de Madre y Maestra, nos propone durante este tiempo litúrgico, tres prácticas concretas: la oración, el ayuno y la limosna. Estas prácticas, lejos de ser simples ritos vacíos, son herramientas poderosas para cultivar una vida más consciente y significativa. De esta manera:
+ La Oración es una ocasión para reconectar con Dios. En la oración, descubrimos quiénes somos y quién es Dios. En un mundo donde se nos bombardea con estímulos, la oración es un acto de contracultura. Nos invita a silenciar el ruido exterior y escuchar nuestra voz interior. La oración nos permite entrar en contacto con nuestro ser más profundo y con Dios, quien nos conoce y nos ama;
+ El Ayuno se vive como un acto de solidaridad y libertad interior. El ayuno, que puede parecer simplemente una renuncia a la comida, es mucho más que eso. Se trata de aprender a dominar nuestros deseos y no dejar que las cosas nos dominen a nosotros. En un mundo de consumo, donde todo se compra y se vende, el ayuno es un recordatorio de que no vivimos solo de lo material. Para los jóvenes, de manera concreta, que muchas veces sienten la presión de tener más (más éxito, más seguidores en redes, más posesiones), el ayuno es una forma de decir «ya está». Es un acto de libertad, que nos permite redescubrir lo que verdaderamente importa;
+ La Limosna implica compartir lo que somos y lo que tenemos como don de Dios. La limosna nos saca de nosotros mismos. Nos recuerda que no somos el centro del universo y que los demás también importan. En una cultura que muchas veces promueve el individualismo y el éxito personal por todos los medios, la limosna es una invitación a la solidaridad, a mirar a nuestro alrededor y reconocer las necesidades de los demás. Una clara invitación a involucrarse en causas sociales, a ser parte activa de la construcción de un mundo más justo y humano.
En definitiva, hablar hoy del sentido de la Cuaresma no es simplemente cumplir con una tradición religiosa o desempolvar unas prácticas religiosas que muchos jóvenes, sobre todo, no entienden. Más bien, es abrir un camino hacia la autenticidad y querer ser este islote de verdad, en un mundo que a menudo nos ofrece imágenes falsas de éxito y felicidad. La Cuaresma nos invita a descubrir quiénes somos realmente a la luz de Dios. Nos recuerda que nuestra identidad no se define por lo que tenemos o lo que los demás piensan de nosotros, sino por el hecho de que somos amados por Dios, tal como somos.
La Cuaresma, en este sentido, no es algo opcional o accesorio. Es una oportunidad para renovar el corazón, para purificar nuestras motivaciones, y para abrirnos al verdadero sentido de la vida: el amor. Al final, la Cuaresma culmina en la Pascua, que es la celebración de la vida nueva en Cristo. Este es el mensaje más importante que la Cuaresma nos trae: la muerte no tiene la última palabra, sino la resurrección. Y este mensaje que se inscribe en el tiempo de Dios, no tiene fecha de caducidad. Por eso mismo sigue teniendo todo su sentido hoy, pese a que les guste a unos o no.
Emile Mefoudé, SDB
Profesor ISCR Don Bosco
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