En las orientaciones pastorales que se han introducido en la edición española del Ritual de los enfermos, se especifica que toda celebración del sacramento ha de ser digna y cuidada para así vivir la celebración del sacramento en plenitud y así, se consigan los fines que tiene el sacramento de proporcionar el consuelo, la fortaleza, el ánimo para afrontar la enfermedad.
Se han de cuidar los detalles de tal manera que, cuando sea una unción individual, es muy importante cuidar los ritos iniciales, ya que tienen la finalidad de llevar a la comunidad, al grupo y a la familia a un clima de silencio y oración; la liturgia de la Palabra pretende iluminar el conjunto de la celebración a la luz de la revelación; la liturgia del signo subraya la importancia de la oración en la fe, la imposición de las manos y la propia unción es un momento culminante de la celebración, donde se muestra la acción de Dios y su Espíritu en la vida del enfermo; finalmente los ritos conclusivos tratan de vincular a la comunidad en el cuidado y acompañamiento de los enfermos.
Es muy importante, tal como indica el Ritual, que las diferentes partes del rito se adapten teniendo en cuenta la salud, el grado de atención y las fuerzas del enfermo.
Así mismo, el número 73 señala que:
«El nivel de la fe es asimismo importante para elegir la forma del rito y los diversos elementos. También habrán de ser tenidas en cuenta las personas que le rodean, sea la familia, sean otros enfermos, que compartan habitación en el hospital o la residencia» (RU 73).
El Ritual plantea también la posibilidad de la celebración comunitaria del sacramento, para así manifestar su sentido eclesial, por eso son aconsejables las celebraciones en las que, a ser posible, bajo la dirección del Obispo, enfermos provenientes de diferentes centros, hospitales, o de las diferentes parroquias se concentren en un determinado lugar, para recibir el sacramento de la Unción. Toda comunidad cristiana es responsable y ha de sentirse llamada y comprometida al acompañamiento y asistencia de cada uno de los enfermos de su comunidad local y preparará a todos y cada uno de sus miembros para vivir la enfermedad en clave de comunión fraterna y comunión con Dios.
Desde esta perspectiva toman sentido las palabras que acompañan la santa Unción:
«Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén.
Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén» (RU 143).
El análisis de esta fórmula sacramental nos puede servir de resumen de lo que significan los sacramentos de curación.
La fórmula de la Unción de enfermos, nos indica quienes son los destinatarios: los enfermos de gravedad; descartando que tengan que hallarse necesariamente, en los últimos instantes de la vida, y admitiendo así que todo tipo de enfermos o personas ancianas puedan recibir la Unción. En segundo lugar, describe los efectos que comporta la unción siguiendo las palabras del apóstol Santiago como son el conceder la salvación y confortar en la enfermedad, y todo gracias a la acción del Espíritu Santo y a la oración de los presbíteros y asistentes en la celebración.
Así el enfermo recibe la fuerza que le fortalece para afrontar la enfermedad y convertirse, en medio de la comunidad, en testigo de la fe y de la victoria de Cristo que entregó su vida para darnos la Vida.
Trabajemos, pues, para que, en nuestras comunidades, la Unción y la Penitencia dejen de ser sacramentos marginales para que pasen a ser, verdaderos sacramentos de curación, en los que el enfermo y el penitente encuentren el consuelo de Dios y la ayuda y acompañamiento de la comunidad eclesial. Como se puede observar, la celebración del sacramento de la Unción no sólo tiene sentido, sino que es necesaria para infundir la fuerza para afrontar la vejez o la enfermedad al sentirnos acompañados por la fuerza sanadora y terapéutica de Dios revelada en Jesucristo.
Joan Josep Moré, SDB
Jefe de Estudios ISCR Don Bosco
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