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Cuando se habla de Inteligencia Artificial, surgen cuestiones variopintas, que van desde una aceptación, con todos los retos técnicos, éticos y morales, hasta una resistencia derivada por un desconocimiento, por inseguridad en el uso o por miedo; y el ámbito religioso tampoco está exento, sobre todo en los contextos de más contacto con la sociedad y la actualidad como lo es la evangelización y dentro de ello la Catequesis, por ello la pregunta: ¿Qué puede aportar la Inteligencia Artificial a la catequesis?

Acercarnos a la cultura digital, lugar donde se desarrolla la IA, como la plantea el nuevo Directorio para la Catequesis, nos encontramos ante un escenario digital que no sólo forma parte de la cultura actual, sino que se presenta y desarrolla así, como una cultura misma. El efecto de la exponencial digitalización de la comunicación y de la sociedad está llevando a una verdadera transformación antropológica; los llamados nativos digitales, es decir, las personas nacidas y criadas con tecnologías digitales en una sociedad multipantalla, ven las tecnologías como un elemento natural y no sienten ninguna molestia al manipularlas e interactuar con ellas, por otro lado, también tenemos los inmigrantes digitales, que no han nacido en un mundo digital, sino que han entrado más tarde en él. Las diferencias fundamentales entre estos sujetos es que tienen un enfoque mental distinto hacia las nuevas tecnologías y su uso. También hay una diferencia en el estilo de discurso, que en los primeros es más espontáneo, interactivo y participativo.

Ante esta realidad que tenemos delante, la IA se presenta como una “herramienta” para el anuncio en la era digital, es decir, que la Iglesia está llamada a reflexionar sobre la peculiar manera que tienen los jóvenes digitales de buscar, hoy en día la fe y, por consiguiente, a actualizar las formas de anunciar el Evangelio con el lenguaje de las nuevas generaciones. Así mismo, empieza una época en la que la catequesis se convierte en portadora de instancias capaces de generar caminos de acercamiento a la fe cada vez menos estandarizados y atentos a la singularidad de cada uno. Ahora bien, en el proceso del anuncio del Evangelio, no nos hemos de quedar sólo en el plano de utilidad, sino que la verdadera cuestión no está sólo en cómo utilizar las nuevas tecnologías para evangelizar, sino cómo convertirse en una “presencia evangelizadora en el continente digital”. Necesita conocer el poder del medio y utilizar todo su potencial y sus posibilidades, con la conciencia, sin embargo, de que la catequesis no se hace solo con herramientas digitales, sino ofreciendo espacios de experiencias de fe. Solo así se evitará una virtualización de la catequesis, que corre el riesgo de hacer que la acción catequística sea débil y no influyente. La catequesis en la era digital será personalizada, pero nunca un proceso individual: del mundo individualista y aislado de las redes sociales se pasará a la comunidad eclesial, un lugar donde la experiencia de Dios se convierte en comunión y donde compartir lo vivido. El desafío de la evangelización implica el de la inculturación en el continente digital. Es importante ayudar a no confundir los medios con el fin, a discernir cómo navegar por la red para crecer como sujetos y no como objetos, y para ir más allá de la tecnología para encontrar una humanidad renovada en la relación con Cristo.

Por otro lado, es necesario tener presente que la IA, que es la capacidad que tiene un dispositivo electrónico para realizar tareas, organizar, preparar actividades en cuestión de segundos, no es posible sin la inteligencia humana que está detrás. Actualmente la inteligencia artificial se limita a tareas específicas, muchas de las cuales se pueden hacer mejor que el mejor ser humano (si se entrena con millones de ejemplos y estos son dados y desarrollados por el ser humano). Sin embargo, la inteligencia humana es increíblemente flexible, capaz de aprender cientos de habilidades a partir de muy pocos ejemplos y aplicar y combinar esas habilidades en las situaciones en las que tienen sentido. Con todo, la Inteligencia humana es insustituible, puesto que, son las personas, ¿quiénes desarrollan la IA? Con esto pretendo poner de manifiesto los dos polos ante esta realidad, por una parte, la absolutización de la IA, que es el polo de ponerla por lo más alto y que es la que nos resolverá la vida, y esto es un peligro de cara a su uso en la Catequesis, puesto que podemos caer en la improvisación, sin terminar de transmitir y profundizar las verdades de la fe; por otro lado, está el rechazo de la IA, como si fuese la perdición y el factor que está haciendo “inútil” a la sociedad. Sin embargo, hay un punto medio, que creo que es lo que trata de apuntar el documento realizado por el Vaticano ante este desafío, “Rome Call for AI Ethics”, así como la reflexión que hace el directorio, y hacia donde hemos de apuntar todos, que es el ser humano, su dignidad y su encuentro con Cristo. Por qué, porque una máquina o programa, por mucha “inteligencia” desarrollada sólo sigue algoritmos realizados por el ser humano, si el informático o la persona que utiliza las IAS no lo ordena, no lo harán.

Entonces, la IA ha de ser usada y aprovechada, el punto de reflexión se centra en mí como persona y los fines con los que la quiero utilizar.

 

Hna. Dayana Carrillo, CSJ
Alumna del ISCR Don Bosco

Bajo la supervisión de Carmen Víllora, FMA. Profesora de Catequética del ISCR Don Bosco

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