Llevamos muchos años luchando por la pastoral en la escuela, o mejor, para hacer una escuela pastoral. Es decir para que todo en la escuela sea pastoral. Evidentemente, tenemos que cuidar las cosas específicamente religiosas como las celebraciones en las diferentes épocas del año, la clase de religión, los sagramentos (eucaristía, reconciliación, confirmación…), las convivencias cristianas… Pero también hace falta cuidar otras cosas que tienen una estrecha relación con la pastoral: las campañas, los buenos días,… Y, aún diría más: hace falta cuidar muy mucho la infraestructura escolar para que ayude y colabore con la pastoral, en vez de ponerle palos en las ruedas: el horario escolar, las salidas, los exámenes, los valores que transmiten las diversas asignaturas…
Sin embargo, existe una cosa imprescindible para hacer pastoral en la escuela: los educadores.
Si los educadores viven en primera persona el tema de la pastoral, si están convencidos de su importancia, si colaboran desde su mayor o menor responsabilidad (directivos, tutores, profesores…), la pastoral tiene alguna posibilidad de tener éxito.
Se habla de la importancia del proyecto educativo-pastoral, se habla de la innovación en la escuela, se habla de la comunidad educativo-pastoral formada por alumnos, maestros, personal de administración y servicios, familias… Pero nada de todo ello puede substituir la importancia de las personas educadoras en la escuela.
Son la gota de aceite que puede y debe extenderse para animar la pastoral. Son los educadores, encabezados por la dirección y los responsables de pastoral, los que tienen que asumir y animar la pastoral desde cada uno de los ángulos del centro: desde el aula, desde la tutoría, desde las asignaturas, desde el patio y desde los momentos de educación no formal.
Todo ello supone, evidentemente, formación. Pero una formación que no puede ser meramente teórica y que supone el compromiso personal de cada educador. Porque actualmente ya no basta simplemente con “mantener” el fuego de la pastoral, sino que es básico “encenderlo”. Y para ello se necesitan animadores natos que desde el fuego pastoral que llevan dentro lo expliciten, lo den a conocer, lo animen en los alumnos, en las familias, en el ambiente educativo, en las carteleras, en la comunicación…
Hacer pastoral en la escuela, o mejor, tener una escuela pastoral puede ser un sueño o puede ser una realidad. Fundamentalmente depende del tipo de educadores, con capacidad de animación cristiana, que tenga la escuela.
Tendremos que buscarlos, crearlos, formarlos, acompañarlos, constantemente, pacientemente y con profundidad.
¿Seremos capaces?
Miquel Armengol
Profesor de Pastoral en el ámbito educativo, ISCRDB.
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