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Ser maestro, profesor, educador o docente, como cada uno prefiera que le llamen, es una de las profesiones más bonitas del mundo. Es una tarea vocacional, porque el profesor no solo debe transmitir conocimientos a un grupo de alumnos, sino que también debe acompañarlos en su crecimiento como personas y ayudarlos a integrarse en la sociedad. Entonces ¿qué implica ser maestro y aún más maestro de religión, – dado que es el artículo que nos ocupa -? La labor del docente nos da la oportunidad de trascender en nuestros alumnos, pero también de que ellos trasciendan a través de nosotros, porque la docencia es un proceso de aprendizaje bidireccional. Si todo educador tiene un papel importante en la vida de un estudiante,  el maestro de religión católica tiene la posibilidad de transmitirle conocimientos y de hacerle vida, la fe y el testimonio de Jesús resucitado. Tres aspectos son claves en su identidad como maestro de religión: por un lado ser un verdadero testigo de la Iglesia y sentirse enviado por el Señor para su labor; en segundo término ser un buen educador y que ponga como estandarte la transmisión del mensaje cristiano y el patrimonio de la iglesia,  y finalmente ser evangelizador. Pero no podemos concebir un profesor de religión católica sin ser un verdadero testimonio de vida centrada en Cristo. El ser un testigo de Jesús entre sus alumnos y en toda la comunidad educativa nos dará la opción de poder hacer vivir y acariciar la fe en su persona. Esto ayudará a que la asignatura que el imparte, la religión católica, pueda influir de manera importante en el contexto curricular y pedagógico y especialmente, favorecer actitudes de cambio y conversión en sus vidas.
Muchos más pueden ser los comentarios y actitudes que podemos hacer entorno al profesor de religión, pero no quería acabar el escrito sin dejaros las bienaventuranzas del profesor de religión a modo de reflexión:

Feliz el profesor de religión que es capaz de hacer camino con su alumna, acompasando sus pasos y su espera.

Feliz el profesor de religión que, durante el camino, se deja educar por la experiencia de aquel a quien trataba de educar.

Feliz el profesor de religión que no sólo conoce el método de trabajo y sus contenidos sino que es capaz de transmitir estima por unos valores.

Feliz el profesor de religión que tiene como método pedagógico el testimoniar el amor y promover la libertad y la verdad.

Feliz el profesor de religión que no sucumbe a la desesperación ante la meta que se propone conquistar.

Feliz el profesor de religión que no se rinde a la inmensa tarea de ayudar a la persona a ser persona.

Feliz el profesor de religión que ayuda a otros a vivir la difícil aventura de la fraternidad

Feliz el profesor de religión que ayuda a los demás a vivir la transcendencia y el Misterio.  

Feliz el profesor de religión que ayuda a su alumno a sentirse hijo de Dios.

Yolanda Otal

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