Reuniones, campamentos, encuentros, reuniones, retiros, convivencias, reuniones,… Parece que la vida pastoral va ligada a una experiencia de reunionitis aguda o un severo caso de hacerismo acérrimo.
Parece que los mejores planes pastorales o las propuestas más innovadores o creativas van de la mano del estar siempre proponiendo o realizando actividades.
Desde hace varias semanas llevo dándole vueltas al tema y considero imprescindible que podamos reflexionar al respecto. La imagen de nuestro querido autor Fano me llegó por una historia compartida en redes sociales y me caló muy hondo. Quizás porque soy una persona de acción en la mayoría de mi tiempo y considero que debemos cuidar la acción de pastoral de nuestras casas, pero a veces, creo que perdemos (o pierdo) el norte en el hacer y no doy espacios para el dejarse hacer.
Este fin de semana estuve en un encuentro de agentes de pastoral de la diócesis de Menorca y cuando compartían qué esperaban de la formación, la mayoría de cosas iban encaminadas a temas del hacer (más recursos, materiales, nuevas formas de hacer, cómo preparar dinámicas…) y no tanto con el dejarse hacer.
¡Ay de nuestras pastorales si no somos capaces de cuidar ese dejarse hacer!
Pienso que como agentes de pastoral (educadores, coordinadores, monitores, catequistas, responsables…) necesitamos tiempo para parar, para rezar, para meditar, para reflexionar, para encontrarnos y reconocer qué somos, qué queremos ser y qué estamos haciendo. Es un ejercicio que, a veces, parece inútil e incluso una pérdida de tiempo (con la de cosas que tengo que HACER) pero que, si se práctica y se lleva a cabo, descubres que ese hacer después se hace de otra manera.
Cuando permites que Dios actúe, no sólo en los jóvenes, sino también en ti, descubres que su plan es mucho mejor del que tú solo podías imaginar. No vale con el yo ya sé, o esto a otros les funciona, consiste en escuchar, iluminar y discernir. Y el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Christus Vivit nos lo deja bien claro: si quieres escuchar el plan de Dios, debes hacer un ejercicio de discernimiento.
- Escuchar: a tu mundo, a tu realidad, a los otros, al mundo, a la sociedad, a los jóvenes…
- Iluminar: seguramente la Palabra de Dios tenga algo que decirnos, experiencias creyentes e incluso el acompañamiento de otros nos pueda ayudar.
- Elegir o discernir: es el momento de pasar a la acción no quedarnos en el podría, estaría muy bien, sino sentarnos y diseñarlo. Y quizás no sea tanto hacer cosas nuevas sino más cambiar actitudes y maneras de ser y vivir.
Es un ejercicio apasionante que estoy disfrutando mucho cada vez que lo llevo a cabo con equipos y con mi vida pastoral.
Y tú, ¿te atreves a dejarte hacer?
Manuel Olid
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