El 25 de junio 2020 se publicó un nuevo Directorio para la Catequesis. El tercero en los últimos casi 50 años. Tras la renovación conciliar, surgió en 1971, el Directorio Catequístico General. En 1997 surgió un segundo texto, Directorio General para la Catequesis, que reunía las directrices de algunos documentos eclesiales posteriores, entre ellos, El Catecismo de la Iglesia Católica. Desde entonces, han pasado veintitrés años y han cambiado mucho las cosas. Los nuevos planteamientos evangelizadores han proyectado la necesidad de una nueva guía para la catequesis que reuniera las novedades presentes en la acción catequética.
El nuevo documento cambia de tono y lo hace por los cambios profundos producidos en la sociedad, y especialmente, por la nueva comprensión de la Iglesia: una comunidad de puertas abiertas, de entrañas de misericordia, de presencia sanadora, de salida de sí misma… en definitiva por el testimonio y la concreción pastoral que ha supuesto el ministerio de Francisco.
La impronta evangelizadora recoge las claves de la Evangelii gaudium de Francisco, en el centro está la Palabra de Dios. La sagrada escritura en el corazón de la iniciación cristiana (63), y esta iniciación no se limita a un enunciado, sino que pone en acto el Evangelio (69). Un anuncio de la belleza de Dios, que se puede experimentar, que toca el corazón y la mente transformando la vida (175). En definitiva, proponer el evangelio de manera vital, en profundidad y llegar hasta las raíces de la cultura.
El documento propone una catequesis de iniciación a la vida cristiana que sea misionera y kerigmática. Una catequesis que promueva el encuentro personal con Jesucristo, que se produce desde una comunidad y en la cultura contemporánea. El matiz kerigmático está presente desde el primer anuncio, hasta el catecumenado y la mistagogía. Momentos de evangelizar y de proponer la fe, primer anuncio (242); también acompañar los procesos y la conversión, catecumenado (31); además, introducir en los misterios de Dios, mistagogía (291).
Constatando que la fe ya no se transmite por tradición, la catequesis ha de ir más allá de la infancia. La acción catequética se mueve en la dinámica del discipulado (189) y realiza propuestas de diferentes experiencias: catequesis con adultos, catequesis familiar, grupos bíblicos, etc.
El catequista es parte constitutiva de la catequesis (122), y su vocación se presenta como un ministerio, sin dar el paso de un ministerio ordenado, ¡qué pena! Señala la importancia de su formación dentro de la comunidad cristiana. Reconoce la aportación femenina “la gran contribución ofrecida por las catequistas que con dedicación, pasión y competencia se dedican a este ministerio” (128).
Presenta al catequista acompañante (113) que establece una relación testimonial y educativa como maestro, mistagogo y educador que usa diversos lenguajes (205): bíblico, narrativo, simbólico-litúrgico, doctrinal, testimonial, artístico, etc.
Un salto de perspectiva que invita a contemplar las situaciones de las personas que se acercan a la Iglesia sin prejuicios. Es importante que sean acogidos sin ser juzgados y que el catequista pueda desarrollar con ellos una tarea de recuperación y reinserción en la comunidad con claridad y comprensión (353). Es decir, la acogida y acompañamiento de las nuevas realidades familiares heterogéneas (234), con cuidado, respeto y preocupación pastoral.
El texto recoge aspectos de la cultura digital, internet y redes sociales, y sus oportunidades comunicativas. Invita a garantizar una presencia en la red que sea testigo de los valores evangélicos (214).
Es indudable, que esta época de crisis sanitaria, dolorosa y desconcertante, supone para la acción catequética un gran desafío que este Directorio para la catequesis puede animar e iluminar para buscar caminos nuevos en la catequesis.
Carmen Víllora Sánchez
Profesora de Catequética
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