La Pascua constituye el centro del año litúrgico cristiano. La fiesta se prolonga durante cincuenta días: desde el domingo de Pascua al domingo de Pentecostés. En ella celebramos el misterio de la Resurrección de Jesucristo: una única realidad desde tres perspectivas complementarias: aquél que murió por nosotros, ahora vive por siempre (Resurrección), aquél que asumió nuestra vida mortal, ahora vive la vida de Dios con Dios (Ascensión), aquél que vivió del Espíritu de Dios ha derramado su mismo Espíritu sobre sus discípulos… que continúan su obra en el mundo (Pentecostés).
Pascua es también el tiempo de la Iglesia: la comunidad de discípulos del Resucitado, movida por el Espíritu de Dios, continúa su obra en el mundo, hasta que él vuelva.
Al final del año litúrgico, a finales de noviembre, celebramos la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, es decir, la plenitud de la Resurrección en Cristo se manifiesta en la humanidad y en la creación. Cristo resucitado, sentado a la derecha del Padre, ha sido constituido cabeza de todo (cf. Col 1).
Tres textos bíblicos nos acompañan a lo largo de esta cincuentena pascual: 1) Rom 6: por la fe y el Bautismo participamos nosotros del Misterio Pascual de Jesucristo; 2) Rom 8: por el Espíritu estamos unidos al amor de Dios manifestado en Jesucristo y vivimos de ese mismo Espíritu amándonos unos a otros; 3) 1Cor 11: cada vez que en la eucaristía comemos de su Pan y bebemos de su Cáliz participamos de su muerte y proclamamos su resurrección.
Los cincuenta días de Pascua se dividen en tres períodos desiguales: 1) la Octava de Pascua: un gran domingo prolongado ocho días, hasta el domingo siguiente; comienza con la Vigilia pascual, el sábado por la noche, e incluye la renovación de las promesas bautismales y el rezo diario del Gloria y del himno Oh Dios te alabamos. 2) El tiempo de Pascua, desde el lunes segundo de Pascua hasta el domingo de la Ascensión (semana I). Cinco semanas en las que vamos leyendo los Hechos de los Apóstoles y el evangelio de Juan (semanas II-VI). 3) Después de la Ascensión: constituye la preparación inmediata a la solemnidad de Pentecostés (semana VII).
Toda la Pascua constituye un tiempo especial para los sacramentos de la Iniciación cristiana (bautismo, confirmación, primera eucaristía), pero también para los sacramentos al servicio de la comunidad (matrimonio y orden ministerial), y los de la debilidad humana y cristiana (unción de enfermos y penitencia)… porque en todos ellos los cristianos participamos del único Misterio Pascual de Cristo.
Jordi Latorre, sdb
Director
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