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Con la promulgación del Edicto de Milán (313 d. C.) por parte del emperador Constantino, el cristianismo deja de ser perseguido y, de facto, se promueve su expansión. Es en este contexto cuando es plausible pensar en la construcción de una iglesia en este lugar (probablemente con la idea de “cristianizar” un emplazamiento “pagano” y reaprovechar materiales precedentes). Esta iglesia se convertirá, con el devenir de los años, en la basílica de los santos mártires Justo y Pastor, y a ella estará asociada también una sede episcopal.

Así, la antigua Barcino va a constituirse pronto como una ciudad capaz de atraer elementos culturales que ejercerán gran influencia en la ciudad y sus habitantes, como a la postre, será el Cristianismo. Barcino (o Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino) será fundada por el emperador Augusto a finales del s. I a. C. con una clara vocación comercial y estratégica (el mar y los deltas del Llobregat y el Besós están cerca). En los cuatro primeros siglos de nuestra era se irá consolidando como un enclave importante (será posteriormente sede regia entre los siglos V y VI), convirtiéndose en una ciudad próspera y llena de vitalidad (muestra de ello son las numerosas ánforas encontradas en diferentes campañas arqueológicas y la aparición de opulentas domus pertenecientes a familias acomodadas)

Por cierto, aunque no consta registro arqueológico que nos hable de los inicios del cristianismo en Barcino antes del siglo III, es plausible imaginar que la comunidad cristiana primitiva debió reunirse y celebrar los sacramentos, como en otros lugares del Imperio, en las Domus de cristianos adinerados; en este sentido es interesante remarcar que debajo de las construcciones de la zona episcopal que se encuentran en el subsuelo de la catedral de Barcelona y actual Plaça del Rei, y que se datan en torno a los siglos V-VI d. C. podría haber existido una de estas domus donde se celebraba el culto cristiano; con el paso de los siglos, ese mismo espacio se convertirá en una iglesia (en la que destaca su baptisterio). También debemos hacer referencia a cinco sarcófagos de iconografía cristiana datables en torno a principios del s. IV y que ponen de manifiesto la existencia y la vitalidad de una comunidad cristiana consolidada y presumiblemente jerarquizada ya en esas fechas, a la que pertenecían familias de alto nivel económico, capaces de costear unos sarcófagos de estas características.

 

Salvador Ramos Cantos
Profesor H.ª de la Iglesia del ISCR Don Bosco

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