Los retos de la Iglesia de Barcelona, hoy
Mons David Abadías
Obispo auxiliar de Barcelona
Cada época tiene sus retos, y nuestro momento no es distintos: tiene los suyos. En palabras de Dickens: Es el mejor de los tiempos, es el peor de ellos”, dada la ambivalencia de cada momento.
Los retos que tenemos delante son fáciles de reseñar: la evangelización de una sociedad secularizada; las nuevas propuestas de zonas pastorales diocesanas (con la unión de parroquias, personas y servicio pastorales); afrontar correcta, entre la cuestión de los abusos —sexuales y de poder— en la Iglesia y recuperar nuestra autoestima; la incidencia pastoral del Sínodo que en breve se iniciará en Roma; la urgencia de la pastoral vocacional…
¿Cuál es la raíz de todo ello? Señalamos tres de nucleares: sacerdotes en crisis de identidad; comunidades desorientadas; una sociedad de la abundancia y, al mismo tiempo, hambrienta de sentido.
Desde aquí podemos reformular los retos de la Iglesia de Barcelona en dos movimientos: hacia adentro y hacia afuera.
Hacia adentro, todos necesitamos recuperar la alegría del Espíritu, y con ella la confianza de nosotros mismos y en el Señor que nos sostiene y envía; y así, recuperar la ilusión por el Reino que llega a base de proyectos concretos; vivir el momento como un kairós de Dios, como un tiempo de gracia.
Hacia afuera, nos toca proyectar autenticidad de vida y de fe, con humildad pero con grade autoestima, para ser portadores de esperanza en medio de las dificultades, por muchas que sean y grande sque parezcan. Y vivir en el amor, como fuente y cima de toda nuestra vida personal y comunitaria, para ser atrevidos y constantes.
Dejarse llevar por el pesimismo no conduce a ningún sitio… Habiendo recibido el regalo de la fe no tenemos excusas para ven en cada reto una oportunidad. Los cinco retos reseñados antes constituyen cinco oportunidades para vivir el tiempo del Espíritu, en el que cada cruz es una puerta a la resurrección.
Vale la pena reconsiderar el famoso texto paulino;
“Así pues, os pido que no os desaniméis ante lo que sufro por vosotros, pues redunda en gloria vuestra. Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra, pidiéndole que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; de modo que así, con todos los santos, logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.” (Ef 3,13-19).
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