Tengo que confesar que, una feligresa, con toda su buena fe, en mis primeros años de salesiano sacerdote, me pidió expresamente que ofreciera a Dios oraciones de intercesión, pues así se expresaba ella: “ Tú, que estás más cerca de Dios, a ti te escuchara´”. En la mentalidad religiosa popular aún muchos son los creyentes que así lo piensan y lo creen, aunque, sin corregirlos severamente, están equivocados. La acepción “consagrado” quiere expresar ser o estar “segregado”, es decir, separado alguien o algo para entrar a formar parte de una realidad nueva, con una misión específica, en nuestro caso, la de Dios trascendente. Y es verdad, los religiosos, con una “nueva” consagración, extienden toda su vida al servicio de Dios. Pero sin olvidar que en el bautismo, todo nuevo cristiano entra a formar parte de la “gran familia de Dios”, desde una “vocación”,- es decir, una llamada, de la cual toda su existencia queda “tocada” por la impronta del Señor – su Espíritu-, y por ello, llamado/a a vivir y “misionar” en Cristo, con su ejemplo , con la coherencia de su vida cotidiana contrastada desde el Evangelio, con la profesionalidad de su trabajo, en las relaciones amicales y familiares, en definitiva, en el mundo y en la Iglesia. Por tanto, desde Dios, laico, religioso, sacerdote, ni unos “más cerca”, ni otros “más apartados” de Dios; todos formamos parte de esa gran familia del Señor, y a todos nos escucha por igual. No olvidemos la triple condición cristiana de ser todos sacerdotes, profetas y reyes…
Y ante la objeción: ¿ porqué en el decreto conciliar Perfecte Caritatis 42d se expresa que el religioso “sigue más de cerca” a Jesús? La expresión no es preferencial desde Jesús, sino compromiso existencial e íntimo del creyente que se dona con una “nueva” consagración injerta en la bautismal, haciendo de su vida opción plena, total a Jesús vivo con el Padre, en una auténtica experiencia mística. Es decir, el religioso/a hace de su vida radical al Señor, desde una llamada libre, a vivir como Cristo – imitándolo con mayor precisión -, vivir con Cristo resucitado – en íntima unión con El-, vivir para Cristo – autor permanente de Salvación-, y seguir a un Cristo dinámico, que camina hacia su pascua. Sí, el bautismo del religioso/a no se vive sólo con autenticidad generosa, sino que Jesús y el Reino de Dios es el criterio que reorganiza su propia vida, se profesa públicamente, se institucionaliza, y se convierte en forma de existencia.
En definitiva, por la condición sacerdotal común a todos los cristianos, todos somos oferentes ante el Señor, y todos somos mismamente escuchados. Por analogía, unos hijo/as son queridos por igual por unos mismos padres. Y, si hay preferencias alguna en Dios, serán los más vulnerables y desvalidos: esos serán los “preferidos” del Señor.
Ramon Muray i Esteve, sdb
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