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A lo largo del sueño, Don Bosco observaba que los jóvenes que pasaban por el jardín caminaban por dos caminos: uno recto, que llevaba hacia la paz y la salvación, y otro más retorcido y peligroso, que representaba el camino del pecado y la perdición. Esto reflejaba la realidad que Don Bosco veía todos los días en su misión: la juventud se encontraba a menudo ante una encrucijada, donde podían elegir entre el bien y el mal, y él debía ayudarles a tomar el camino recto, el camino de la virtud que lleva a la santidad en el andar de cada día.

El elemento central y fundamental del sueño, fue de nuevo, la figura de la Virgen María, quien desempeñó un papel de intercesora y protectora en todo momento. Don Bosco se dio cuenta de que la pérgola de rosas, con su belleza y seguridad, estaba protegida por la Madre de Dios, quien custodiaba el trabajo pastoral y el esfuerzo educativo. La Virgen María, con su bondad, pureza y misericordia, guiaba a los jóvenes hacia el bien, al igual que Don Bosco buscaba hacer a través de su educación.

En el sueño, Don Bosco pudo ver que, aunque las dificultades y los peligros eran grandes, la Virgen María le ofrecía un refugio seguro. Ella estaba allí para defender a los jóvenes de las tentaciones y ayudarles a seguir el camino de la salvación. Era, en cierto sentido, una invitación a confiar en la protección materna de la Virgen y en su intercesión ante Dios.

El Sueño de la pérgola de rosas fue una clara orientación espiritual para Don Bosco. Le ofreció consuelo en momentos de incertidumbre y dificultades y reafirmó su confianza en la protección de la Virgen, quien sería la guía principal en su trabajo con los jóvenes. Este sueño, junto con otros que Don Bosco tuvo a lo largo de su vida, lo impulsó a seguir adelante con su misión sin temor, confiando en que, a pesar de las tormentas de la vida, siempre habría un refugio bajo la protección maternal de María y los frutos del trabajo pastoral serían más que suficientes para mantener viva la esperanza de los jóvenes en la fe y la salvación.

Este sueño sigue siendo un símbolo poderoso del carácter mariano de la obra de Don Bosco y de la centralidad de la educación cristiana en su misión.

Joan Josep Moré, SDB
Jefe de Estudios del ISCR Don Bosco

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