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  1. La Sagrada Escritura constituye una unidad

Los setenta y tres libros que componen la Biblia forman un cuerpo unitario que se interrelacionan y se complementan entre sí. Ninguno de estos libros tiene sentido en sí mismo, sino que su sentido viene enmarcado en el conjunto orgánico de la obra de la que forma parte.

  1. La Sagrada Escritura es una obra literaria

Al igual que el resto de obras literarias antiguas, sufrieron un proceso de composición que se alargó en el tiempo y motivó la intervención de diversas personas, y la secuenciación en varias etapas, no siempre iguales, de formación de los escritos… hasta que adquirieron la forma literaria con la que han llegado a nosotros.

Por otra parte, en el conjunto de los libros que componen la Sagrada Escritura encontramos géneros y formas literarias diversas: prosa, poesía, narraciones, discursos, oraciones, lamentaciones, historia, profecía, legislación, reflexiones sapienciales, relatos didácticos…

  1. Cada uno de los textos bíblicos se inscribe dentro de su contexto

Es lo que los hermeneutas del siglo XX han denominado el círculo hermenéutico: es decir, el todo se entiende a partir de cada una de las partes que lo compone, y cada una de las partes sólo cobra sentido auténtico en referencia al todo en el que se inscribe. Por ello, toda interpretación de un texto bíblico determinado necesita tener presente el contexto próximo y lejano de ese texto.

  1. La Sagrada Escritura nace en un doble contexto hermenéutico propio

El contexto que da pie al nacimiento de la Sagrada Escritura es doble: por una parte es un contexto creyente, y, por otra parte, es un contexto cultural determinado.

La Escritura surge porque un pueblo creyente percibe, desde la fe, la presencia acompañante de Dios en los acontecimientos de su historia. Y porque quiere transmitir su experiencia de fe a las generaciones posteriores, la pone por escrito, para que se pueda leer y releer y resulte accesible a los descendientes. Pero la puesta por escrito se realiza, lógicamente, según los parámetros culturales y literarios de su época y de su geografía social: la cultura literaria del Antiguo Medio Oriente.

  1. La Sagrada Escritura tiene una intencionalidad comunicativa determinada

El antiguo pueblo hebreo fijó sus tradiciones literarias (históricas, religiosas, legislativas, sapienciales y culturales) por escrito con el fin de traspasarlas a las nuevas generaciones de manera íntegra. Pero por otra parte, más allá de las tradiciones en sí mismas, quisieron transmitir y compartir una experiencia de fe propia: la de Dios, compañero de camino, benéfico y salvador, que habían percibido a lo largo de los acontecimientos que configuran el devenir histórico del pueblo hebreo.

  1. Leemos e interpretamos la Sagrada Escritura desde nuestra propia experiencia

Todos captamos y comprendemos la realidad circunstante desde el conjunto de todos nuestros saberes y experiencias precedentes. Al leer y releer, generación tras generación, los textos de la Sagrada Escritura estos van aportando matices variados y complementarios, a lo largo de los tiempos. Con el paso del tiempo, la lectura de la Biblia se va enriqueciendo con la aportación de las varias generaciones. Es más, cada generación debe realizar su propia lectura de la Sagrada Escritura, sin considerarla ni mejor ni peor que las precedentes o las consecuentes.

  1. La lectura bíblica se hace siempre desde la comunidad eclesial

La Sagrada Escritura es fruto de la vivencia histórica y creyente de todo un pueblo, en el que algunas personas, a lo largo de los años, fueron dejando su legado textual, con la pretensión de recoger las tradiciones literarias y religiosas de todo el conjunto del pueblo. La Biblia nace de la comunidad.

Y sabemos que el mejor intérprete de una obra es siempre su autor, pues él sabe lo que ha querido decir. La mejor intérprete de la Sagrada Escritura cristiana —es decir el conjunto del Antiguo y del Nuevo Testamento— es, sin duda, la Iglesia cristiana. La lectura individual de la Sagrada Escritura se realiza siempre desde y para la comunidad; prepara y continúa la lectura comunitaria, principalmente litúrgica.

 

Jordi Latorre, SDB
Director ISCR Don Bosco

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