A la dimensión social que debe impregnar el actuar de la Iglesia le dedica el Papa Francisco todo un capítulo IV de la Evangelii gaudium. El Papa afirma que el kerigma tiene un contenido ineludiblemente social (EG 177). La evangelización también implica un camino de diálogo que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales. Explica las dimensiones comunitarias y sociales del kerygma, que no se debe desfigurar ni mutilar (EG 176), pues en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. Francisco aborda con preocupación la inclusión social de los pobres (EG 186-216). La catequesis no puede eludir que cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres (EG 187).
La presencia de la diaconía en la catequesis es un signo decisivo y una verdadera prueba de autenticidad. En esta clave nos ilumina la lectura de un interesante artículo de José Luis Segovia sobre La dimensión socio-caritativa en la acción catequética de la Iglesia en el que el autor nos insiste en que estamos ante un tiempo eclesial apasionante. Es tiempo de apostar por un formato de evangelización y catequesis integral y atractiva para resultar significativo a nuestros contemporáneos. Hoy son grandes los desafíos para la Iglesia y para la catequesis. Entre ellos destaco dos: hacer palpable la experiencia de Dios a nuestros contemporáneos y combatir todas las formas de muerte que amenazan a la humanidad. Por eso es momento de ser integradores e inclusivos, de ser una Iglesia fraternal y habitable por la diversidad. “Lo social” no viene a competir con lo “espiritual” sino que debe ayudar a validar el mensaje que nos vincula, el de una Iglesia que es comunión. Todos los sectores, todas las sensibilidades, todos los carismas, todos los estados de vida, somos la Iglesia.
¿Qué dificulta que la catequesis tenga una mayor sensibilidad social?
Algunos breves apuntes: una noción espiritualista de la evangelización; la reducción de lo catequético a lo doctrinal; el papel residual de los laicos en la evangelización del mundo social, político y cultural; la falta de compromiso social y político de muchos catequistas; la falta de referencia de comunidades cristianas militantes y celebrantes, simplemente de auténticas comunidades y no meros sumatorios de personas…
¿Qué podemos hacer para revitalizar la dimensión social de la catequesis?
En la catequesis todo debe converger en el amor de Dios para con nosotros. De ninguna manera podemos relegar el primado imponente de la caridad. No hay una catequesis de la fe y otra catequesis de lo social y, por eso, necesitamos educar para una lectura creyente y maravillada de la realidad. Para eso la selección y la formación de nuestros catequistas es determinante.
La catequesis debe optar por una pastoral desde la promoción humana y a partir de los de los pobres asumiendo las angustias y las esperanzas del hombre de hoy con la mirada en su plena liberación. La catequesis tiene que educar para el compromiso no solo en la doctrina sino desde el testimonio, desde la experiencia y sin descuidar la atención a los últimos. Evidentemente todo lo anterior conduce a la necesidad de una revisión de los contenidos catequéticos.
No me puedo olvidar en este breve artículo de la relación de la catequesis y la política. El compromiso de los catequistas, de la catequesis, del pueblo de Dios en su conjunto, en relación con el bien común y las políticas desde la perspectiva de los más vulnerables son aspectos esenciales de la buena noticia.
Carles Rubio
Alumno de Licencia/Master en Pastoral
1. La dimensión socio-caritativa en la acción catequética de la Iglesia. José Luis Segovia. Actualidad Catequética – no 265. EDICE 2020.
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